El primer pianista que conocí en mi vida era genial
El primer pianista que conocí en mi vida era genial y así -simplemente genial- lo evoqué por muchos años -poco más de 50- hasta hace un par de días, cuando el recuerdo se volvió presencia al descubrirlo en el túnel del tiempo de YouTube, sorprendido conmigo mismo por no haber pensado antes que ahí podría estar. Cuando lo encontré, recordé también la razón de esa fascinación que de niño enmarcó una mis epifanías con la música clásica.
Aquella tarde de un sábado de 1962, la madre de mi padre -mi abuela Carmela- nos llevó a mi hermano Raúl y a mí al cine Sonora -una sala de medio pelo en la esquina del mercado del mismo nombre, cerca de La Merced, en la Ciudad de México- a ver una doble tanda: “La edad de la inocencia” y “Caperucita y Pulgarcito contra los monstruos”.
A la excitación por la novedad de la salida -esa fue la única ocasión en que mi abuela nos llevó al cine- y al entusiasmo por el viaje en camión y por las palomitas, siguió la magia de la primera de las películas mencionadas, toda una revelación, no solo porque en ella me enamoré por primera vez de una niña de mi edad, “Pelusa”, la protagonista -por ese entonces ya me había enamorado de mis maestras de kinder y de primer grado, Licha y María Luisa se llamaban- sino también porque ahí descubrí la Polonesa Op. 53 de Chopin, “interpretada” por ese pianista al que aludo al principio, miembro de la célebre compañía de títeres Piccoli del italiano Vittorio Podrecca que, en el argumento de la película, es parte de un circo dentro de una feria.
Cada noche, el títere pianista cobraba vida a través de los hilos manejados por la actriz Marga López -otro de mis amores platónicos de aquellos años- para interpretar la célebre pieza. La impresión de esa primera experiencia fue tan profunda y perdurable que desde entonces la recurrencia de esa obra en mi vida detona de manera automática el recuerdo de aquella tarde.
Pensé nuevamente en todo esto -decía- hace apenas unos días, mientras revisaba el programa dedicado íntegramente a Chopin- que la pianista argentina Ingrid Fliter ofrecerá mañana sábado en la continuación del Festival Casals, repertorio que no incluye la Polonesa también llamada “Heroica”, pero que sin duda alguna promete ser un banquete en manos de esta artista que llegará a Puerto Rico desde Italia durante la madrugada de mañana mismo.
Fue precisamente mientras le escribía para concertar una entrevista que escuché a Fliter en YouTube tocar la Heroica. Y aunque no me respondió -ya escribiré de otra manera sobre ella y el concierto- la argentina de alguna manera me mostró el camino para reencontrarme con aquel primer pianista que conocí en mi vida, aquel títere cuyo recuerdo me ha acompañado desde hace 54 años y que ahora he vuelto a ver con el cariño y la nostalgia inemnsas de quien -aunque sea por unos instantes- regresa a casa.