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Tocan en Nueva York Andrés Mojica y Ana María Hernández


Unidos por un amor inmenso no solo por la música, sino también por el que se profesan como esposos, los maestros Andrés Mojica -organista- y Ana María Hernández -flautista- se presentarán este domingo en concierto -a partir de las 3:15 p.m.- en la célebre Catedral de San Patricio, en Nueva York, con un programa que -con algunos cambios- también tendrá su día en Puerto Rico, el domingo 26 de este mes, en Union Church de Punta Las Marías. Este concierto estuvo prologado el pasado miércoles por el regreso del doctor Mojica al famoso Methuen Memorial Hall, en Massachusetts, donde se presentó hace 22 años.

Para el programa de este domingo, el dúo Mojica - Hernández interpretará un repertorio integrado por las Variations de Concert, de Joseph Bonnet; Trois Movements, de Jehan Alain; la danza Violeta, de Rafael Alers; la danza Recuerdos del pasado, de Monserrate Ferrer; e Introspección B-21, de Carlos Lamboy-Caraballo

Según explica Ana María, “a Andrés lo invitaron del Methuen Memorial Hall después de 22 años y surgió la oportunidad de tocar por segunda vez en Saint Patrick's por invitación del director asociado de música de la Catedral”. “Se pudieron alinear las fechas de ambas invitaciones y añadir un concierto en la Union Church de San Juan para cerrar la gira el 26 de este mes”.

"Nos llena de orgullo representar a Puerto Rico en donde quiera que vamos, pero más aun cuando tocamos en lugares donde hay comunidades puertorriqueñas, como es el caso de Nueva York”

Ana María Hernández y Andrés Mojica

 

La flautista -miembro de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico- asegura que tocar con su esposo es un privilegio y una manera muy entrañable de vivir su relación. “Es maravilloso poder viajar juntos, crear música juntos y compartir con el público y amigos por dondequiera que nos llevan los conciertos”, señala la maestra. “El reto está en trabajar con el estrés de tocar y darnos espacio cuando es necesario para trabajar en nuestro arte individualmente”.

Respecto al repertorio de este concierto, Ana María comenta que uno de los criterios fue combinar obras tradicionales con una muestra de la música puertorriqueña y por eso seleccionaron las obras de Bonnet y Alain junto con las de Alers y Ferrer, además de la composición de Lamboy-Caraballo, estrenada recientemente en Puerto Rico con una cálida recepción del público. “Es importante para nosotros presentar un repertorio de obras puertorriqueñas, de esa forma, escogimos dos danzas de Rafael Alers y Monserrate Ferrer y creamos un arreglo para flauta y órgano para cada una de ellas”, ilustra. “También es necesario cerrar el concierto con una obra que, como la Bonnet al principio, demuestre la versatilidad del órgano tubular de la Catedral de San Patricio. En ese particular, la obra del puertorriqueño Carlos Lamboy es un cierre perfecto porque abre la puerta a la enorme gama de sonidos del órgano e integra elementos folclóricos de la música de Puerto Rico, como los son la clave, la cáscara de timbal y el seis mapeyé. No podíamos tocar en San Patricio sin llevar un poco de nuestra música, ya que sentimos un compromiso de exponer lo nuestro en cada lugar que visitamos”.

Al hablar del desafío de armonizar las sonoridades de sus respectivos instrumentos, Andrés señala que él, como organista, tiene que “ajustar la fuerza sonora del órgano, ya que de muchas formas es como manejar un centenar de flautas desde las manos y los pies”. “Es labor del organista conseguir una sonoridad del llamado ‘rey de los instrumentos’ que permita que la flauta luzca su esplendor y a la misma vez crear un contraste sonoro utilizando los sonidos tenues del órgano”, ilustra. “La acústica y el órgano juegan un papel muy importante, dependiendo de la sala, es necesario convertirse en un pintor de sombras y matices que creen un acompañamiento tenue y a la misma vez variado. Como decimos cariñosamente, ‘el monstruo tubular’ tiene que ajustarse a el sonido sublime de la flauta”.

“En mi caso -dice Ana María- a veces me toca ajustarme a las diferentes sonoridades del órgano según la sala y a la naturaleza de la mecánica del instrumento que, dependiendo de la ubicación de los tubos, compromete centésimas de segundo en lo que el aire sube a través de los tubos y crea el sonido”, explica. “Esto requiere en ocasiones esperar un poco para mantener melodía y armonía juntas”.

Respecto a la singularidad que siempre plantea tocar fuera de Puerto Rico y hacerlo en lugares donde suele haber bastante público boricua, en especial en un sitio tan importante de la “Gran Manzana” como la Catedral de San Patricio, ambos coinciden en que “nos llena de orgullo representar a Puerto Rico en donde quiera que vamos, pero más aun cuando tocamos en lugares donde hay comunidades puertorriqueñas, como es el caso de Nueva York”.

“La comunidad puertorriqueña es una de las más antiguas de los Estados Unidos y ha sido parte del desarrollo de esa gran ciudad”, apunta Ana María. “En mi caso, mi abuelo fue pastor en un barrio latino y hay un pedazo de mi historia en Nueva York. La Catedral de San Patricio es un lugar emblemático por su belleza, por su historia y por unir a todas las comunidades de la ciudad. Es un gran honor para nosotros poder tocar ahí”.

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