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De gala el Festival Casals con Ax y Beethoven


Miembro de honor de ese selecto grupo de artistas inmensos que ha establecido los parámetros de excelencia pianística durante los últimos 30 años, el maestro Emanuel Ax regresa a Puerto Rico para interpretar esta noche el quinto de los conciertos para piano de L.V. Beethoven -el “Emperador”- acompañado por la New World Symphony (NWS), bajo la batuta del maestro Pablo Heras-Casado. El programa con el que continúa el Festival Casals -a partir de las 7 p.m. en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico- comenzará con la “Suite de danzas para orquesta, BB 66a. Sz.77”, de Béla Bartok, y finalizará con la “Sinfonía núm. 7 en re menor, Op. 70”, de Antonin Dvorak.

“Me da mucho gusto regresar a Puerto Rico, donde hace ya algunos años toqué acompañado por su Orquesta Sinfónica bajo la dirección de Guillermo Figueroa”, dijo ayer el maestro Ax a El Nuevo Día desde la ciudad de Miami, donde apenas anoche él y la NWS interpretaron el mismo programa que ofrecerán hoy, luego de viajar esta mañana a la Isla. “He sido una persona muy afortunada por poder hacer lo que he hecho durante tantos años, por tocar el piano, disfrutarlo y vivir de eso, así como también por haber encontrado la esposa que tengo desde hace tanto tiempo y por los hijos que nos hemos dado”.

Al hablar de la manera como mantiene viva la llama cada vez que se sienta frente al teclado, el maestro Ax asevera que “no es muy difícil”. “Y no lo es por una razón fundamental”, explica. “La música que tengo el privilegio de interpretar es tan poderosa y significativa para mí que todos los días es una aventura. Así ha sido siempre y esto se ha hecho más verdadero aun con el paso del tiempo y, mientras más toco una obra, más la disfruto y más placer derivo de ella, siempre en el intento de encontrar en ella algo que desconozco o de tocar mejor lo que ya he transitado tantas veces. Y en verdad, siempre hay mucho espacio para mejorar”.

Respecto al concierto “Emperador”, el maestro Ax explica que lo comenzó a tocar hace mucho tiempo y que siempre ha habido dos aspectos fundamentales en su manera de acercarse a esta obra. “Por un lado, -ilustra- está el aspecto físico, porque es un concierto inmenso, de unas complejidades técnicas enormes que demandan un gran esfuerzo, y por otro, está el desafío que plantea la incesante búsqueda de los significados que la obra tiene, no solo para mí, sino los que puede tener para el público. Estos significados no son permanentes, sino que cambian y evolucionan constantemente, como ocurre en una relación con una persona”.

Acostumbrado a tocar con las más célebres y experimentadas orquestas del mundo, para el maestro Ax presentarse con frecuencia con la New World Symphony se ha convertido en un ejercicio “muy estimulante”. “Para una persona de mi edad -tengo 66 años- es muy gratificante estar acompañado por una orquesta en la que predominan jóvenes muy talentosos que aún están en sus veintitantos”, apunta. “Es fantástico estar rodeado por ese entusiasmo, sobre todo para un viejo como yo. Este es uno de los grandes privilegios de la música, que suele ser puente entre generaciones. Asimismo, el director -el maestro Casado-Heras, de 38 años- tiene la edad de uno de mis hijos y me siento muy cómodo trabajando con él”.

El director

Por su parte, el maestro español Casado-Heras nos aseguró sentirse “muy feliz” por su primera visita a Puerto Rico, presentación que constituye también su debut en un país latinoamericano. “Esta será la primera ocasión que dirijo en un país de América Latina y qué mejor que el privilegio sea en el marco de un festival tan prestigioso como el Casals”, dijo ayer a El Nuevo Día, durante una de los recesos de su ensayo.

Con una trayectoria en el podio que tuvo su despegue en 2004, cuando fue seleccionado por el célebre Daniel Barenboim como uno de los directores de la West-East Divan Orchestra -el maestro Casado-Heras ha dirigido algunas de las mejores orquestas del orbe, entre ellas la de la Ópera de Berlín, la Filarmónica de Munich, la del Mozarteum de Salzburgo y la del Gewendhaus de Leipzig. “Para mí siempre es una fiesta hacer música y es por esto que me siento tan privilegiado y, al mismo tiempo, con los pies en la tierra, pese a todo lo increíblemente maravilloso que me ha pasado en relativamente poco tiempo”, apunta. “Me siento muy afortunado y también muy agradecido”.

Convencido de que la dirección orquestal es lo más idóneo a la naturaleza de sus necesidades artísticas, el maestro -nacido en la ciudad ibérica de Granada- razona esta vocación a través del placer que deriva de estar en un escenario con muchas personas que disfrutan tanto como él de la música. “Creo que esto explica de alguna forma por qué me fascina tanto la interacción con los miembros de una orquesta y sentir que todo el grupo tiene la función de un instrumento”, señala. “Asimismo, cada concierto es para mí como el primero y también como el último. Cada uno es siempre el más importante. Y el que vamos a hacer ahora en Puerto Rico es así de excepcional”.

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