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Hay obras que son "como enormes montañas", dice el maestro Jesús López Cobos


Hay obras -dice el maestro Jesús López Cobos- que son como montañas del Himalaya, gigantescas, con regiones siempre inexploradas y que para descubrirlas todas una sola vida no basta. Así son -por ejemplo- la tercera de las sinfonías de L.V. Beethoven -la “Heroica”- y el Concierto para violín de Félix Mendelssohn.

Estas composiciones son parte medular del programa que se iniciará con la obertura de “Los esclavos felices”, de Juan Crisóstomo de Arriaga y que mañana sábado pone fin al Festival Casals, a partir de las 8 p.m., en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, con el maestro López Cobos en el podio de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) y con la no menos célebre violinista Anne Akiko Meyers, quien será la solista en el Opus 64 de Mendelssohn.

Viejo conocido de los melómanos en Puerto Rico, el maestro Jesús López Cobos regresa a la Isla para dirigir por primera vez la OSPR, luego de que en 1998 nos visitara al frente de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati -de la que fue su director titular entre 1986 y 2001 y hoy es director emérito- y poco después a la batuta de la Orquesta de Cámara de Lausana.

Con una larga y esplendorosa trayectoria que incluye varias grabaciones con casas como Telarc, Philips, London/Decca, Angel/EMI y RCA Victor, el maestro López Cobos vive concentrado en lo que le queda por vivir, sin mirar casi nunca atrás. “Normalmente me enfoco en lo que viene, en lo que me falta por aprender, por hacer, por dirigir, por viajar. Mientras tenga la salud necesaria para eso no voy a parar”, comenta durante el receso del ensayo del pasado miércoles.

“He sido un privilegiado -agrega- porque vivir de lo que es la vocación es algo que no muchas personas pueden hacer. He tenido esa fortuna que también me ha permitido ayudar a mucha gente en el camino. Los artistas tenemos la misión de diseminar la belleza y dar un significado especial a la vida de las personas”.

Conversamos justo cuando acaba de terminar de bordar con la orquesta el último movimiento de la “Heroica”, compás a compás, por momentos nota a nota. Parece satisfecho.

“Las grandes obras, como esta, como la ‘Heroica’ de Beethoven y el concierto de Mendelssohn, siempre me las he imaginado como enormes montañas, como el Himalaya, a las cuales siempre se sube por diferentes caminos, según uno cambia con el tiempo y madura”, reflexiona el maestro López Cobos. “Siempre se encuentra un camino diferente, con detalles que se desconocían, y ese sentido de curiosidad insaciable es la chispa que mantiene incandescente la pasión por hacer obras tan extraordinarias como estas. En realidad son obras que nunca se terminan de hacer. Siempre están ahí, eternas, esperando que alguien se acerque a ellas y les de nueva vida. Siempre son como la primera vez, con la enorme ventaja de que vuelves a ellas con más y más experiencia”.

Sobre su regreso a Puerto Rico, el maestro López Cobos recuerda con mucho cariño sus visitas anteriores a la Isla, la primera para el Festival Casals de 1998. “Aquella vez nos entusiasmó mucho a todos ese viaje, por ser la primera vez que visitábamos esta tierra y también por la oportunidad de ser parte de este Festival que para mí, como músico y como español, tiene un gran significado”, comenta. “Luego con la Orquesta de Lausana también fue una gran experiencia. Ahora regreso muy ilusionado por el privilegio de trabajar por primera vez con la Sinfónica de Puerto Rico. Estoy encantado con el trabajo que estos maestros están haciendo para el programa de este sábado”.

El maestro López Cobos regresará a Cincinnati el último día de este es para dirigir la Sinfónica de esa ciudad en la celebración del trigésimo aniversario de su nombramiento como su director titular, invitación que tiene para él profundas resonancias emotivas. “Empecé con ellos cuando tenía 46 años y entonces no imaginaba siquiera que 30 años después todavía estaría en forma para volver a esa orquesta que tanto significa para mí, y hacer una obra como la que tenemos programada: la novena de Mahler”.

Al evocar uno de los momentos más memorables de su carrera, el maestro menciona la aventura de dirigir tres veces el ciclo de ‘El Anillo del Nibelungo’ -de Richard Wagner- en Japón, en un lapso de cinco semanas. “Eso fue en 1987… y fue magnifico. Ahora en agosto volveré a Tokio a hacer un ‘Tristán’, Creo que los japoneses me recuerdan con un director wagneriano. Sí, sigo con mucha pasión, mirando al frente, con la esperanza de seguir en forma, porque este trabajo no es solo intelectual y emocional, sino también muy físico”.

¿Qué le falta por dirigir?

“Sin duda alguna, ‘La Pasión según San Mateo’”, responde de inmediato. “La iba a hacer hace muchos años pero entonces mi esposa enfermó y a los seis meses murió. Me quedé con el deseo de dirigirla pero ya no es posible, no la haré… quizá para la otra vida, si Dios quiere”.

(Esta entrevista fue pubicada en la edición impresa de El Nuevo Día del 11 de marzo de 2016)

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