María Ostolaza: “Soy poeta… así volvería a nacer”
De niña fue “la rara de la casa”, "la incomprendida”. Le fascinaba leer y escribir, detestaba las muñecas y buscaba la soledad. Unas navidades pidió de regalo una enciclopedia. Claro que era rara, cómo no serlo cuando se aman tanto los libros. Su madre se endeudó para complacerla cuando un vendedor de las enciclopedias Cumbre tocó la puerta de su hogar y con él entraron a su mundo clásicos como Chejov y Tolstoi. Aún lo recuerda como el mejor regalo de su vida.
En eso pensaba ayer María Ostolaza, en la víspera de la presentación de Puñal de Besos, su poemario más reciente, en la actividad que se realizará esta noche -a partir de las 7:00- en Libros AC & Barra Bistro, en el número 1510 de la avenida Ponce de León, en Santurce, con la participación de sus colegas Marioantonio Rosa, Ana María Fuster Lavín, Michelle Rodríguez Olivero, Carlos Esteban Cana y Ángel Antonio Ruiz Laboy.
“Jamás lo olvidaré”, asevera María de aquel presente que su madre pago a plazos con grandes sacrificios. “Esa belleza que tanto acaricié me consumió las horas. ¡Fue el mejor regalo de mi vida! Incluía clásicos de la literatura como Antón Chejov y León Tolstói. Desde esa época lucho y agradezco cada vez que puedo leer”.
Pero ya antes de Chejov y Tolstoi María escribía. Poemas. Un día su profesora llamó a su madre en el salón de clases para decirle que María era “una niña triste” que escribía “poemas tristes”. “Escribí un poema trataba sobre la muerte de una hoja al caer del árbol. De su lucha contra el viento”, recuerda. “La maestra le recomendó a mi madre que no me dejara escribir poesía, que mejor ocupara mis días jugando con muñecas y que hiciera amigas, muchas amigas, mientras más, mejor”.
Pero su madre ignoró a la profesora. Y llegó aquella enciclopedia. Y la vida de María quedó marcada para siempre por la palabra. En el año 2008 publicó Vientre expuesto -su primer libro-, y luego tres más y ahora Puñal de Besos, que nace en el cauce de melancolías y momentos difíciles acentuados por la agresividad del entorno social. “Creo que eso afecto mi estado anímico para finalmente vencer mediante la palabra. Para resurgir. La palabra escrita siempre me ha salvado”, asevera, con la certeza de que con el tiempo se ha convertido en “una mujer más centrada en lo estético del arte, de la palabra y lo personal… menos complicada hacia mi relación con la vida”.
La escritora destaca que Puñales de Besos tiene en su portada el arte de su esposo y artista plástico Francisco Vilchez -“mi fortaleza y mi fortuna”- y que su sobrino Derrick Ostolaza, de 16 años, realizó un cortometraje del poema de apertura en el libro titulado "primera melancolía". “Fue mágico ver como tradujo en imagen mis palabras", asegura. "La reinterpretación fue un trabajo exquisito. Tiene mucho talento. Ha realizado varios cortometrajes para diferentes entidades. Ello me reafirma que existe talento surgiendo. Solo hay que darle espacio y voz”.
EL Vídeo de "primera melancolía"
“Sin medias tintas, Vientre expuesto era erotismo, una parte esencial de la vida”, explica. “Pero también existen otras latitudes en el proceso creativo. Ese experimentar constante que deja al artista insatisfecho en su búsqueda constante. Es un correr tras el viento, Ambos periodos los miro como desencuentros que me hacen reflexionar sobre la belleza del instante y mi humanidad”.
María asegura que en toda poesía hay -en menor o mayor grado- un proceso vivencial y que la palabra tiene que ser sentida, porque de lo contrario la imagen estaría “vacía” y solo sería “estética para estudiosos”. “Esto no le resta mérito al trabajo, pero tendría una carencia. A mí me reta nombrar este universo a mi manera, melancólica y lúdica. Siento que he evolucionado, como evoluciona todo en este universo. Soy mas disciplinada y sintética en lo visual, más auto critica y lúdica con las emociones. Estoy disfrutando esta nueva etapa creativa”.
Al hablar de la importancia de presentar un libro, María ve este ritual como la “sepultura de un periodo” y dejar en el pasado ese proceso creativo que fue parte crucial de varios de sus días y que ahora “tiene vida propia, ajena a mi realidad actual”. “En ese punto lo encuentro necesario para mi psiquis, de lo contrario hay una voz interior que dice que aún espera para despedirse, que la dejes ir, que nunca te perteneció”, añade. “Agradezco a los poetas Marioantonio Rosa, Ana María Fuster, Michelle Rodríguez Olivero, Carlos Esteban Cana y Ángel Antonio Ruiz Laboy por su complicidad para esta presentación”.
Admiradora de la obra de poetas José Watanabe y José María Lima (con él en la imagen sobre estas líneas), María asevera que profesa una profunda devoción no solo por quienes se dedican a las letras, sino a quienes crean en otras disciplinas del arte, como “la agudeza y ejecución del artista plástico Domingo García, y la música de Robi Draco Rosa -a quien desea conocer) y del Inquieto anacobero Daniel Santos, así como tantos otros tantos trabajadores de las artes”. “Simplemente es una felicidad tener tanto insumo de creatividad y energía vital y esa accesibilidad a la belleza por medio de las artes. Leer es un regalo de vida y también cantar y respirar… en fin, andar”.
Y hacia el final le pregunté también, María, ¿que tanto te pareces a lo que escribes?
“Quiero ser negación de lo que escribo, pero lo que escribo cada vez se parece más a mí”, explica. “Dejo muchas pistas de mi vida y de gentes que he conocido. De lugares, situaciones, y sensaciones. Debo dejar de hacerlo pero el subconsciente a veces vence. Me divierte. Es un juego de insondable belleza la escritura. Me gusta jugar. Me reta. Me hace sentir viva. Es una mezcla de mentiras y verdades mi escritura. Soy poeta. Escritora. He nacido para ello. He pagado un precio alto por ello. Muchos sacrificios personales. No me arrepiento. Así volvería a nacer”.