Keri-Lynn Wilson: "La música me hace sentir viva”
Algo tienen el podio y la batuta -dice la maestra Keri-Lynn Wilson- que hacen a los directores lo que el tiempo no suele hacer -por ejemplo- a la mayoría de los cantantes ‘pop’: ponerlos mejor con la edad.
“En este tipo de carrera te pones mejor con el paso del tiempo, algo que no es muy común si eres una estrella del mundo ‘pop’”, asevera Keri-Lynn, quien esta noche dirigirá la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico en el programa de CulturArte de P.R. que tendrá como estrella al tenor argentino Marcelo Álvarez, con el Teatro Bertita y Guillermo L. Martínez del Conservatorio de Música de Puerto Rico como escenario y la sopranos Carmenchú Dominguez y Sibelle Márquez como artistas invitadas. “Es un proceso de madurez en todos los aspectos, no solo mental y físico, sino también en la manera como te aproximas a la música, a la manera como la sientes y la comprendes, a la manera como repites algo que nunca es lo mismo”.
Con la Sinfónica de P.R.
“Pera mí -agrega- lo que hago se fundamenta en la exploración y en la búsqueda de la verdad en la música, y con esto me refiero a lo que el compositor quiso realmente decir, cuales fuero sus intenciones. Hay infinidad de interpretaciones, digamos, lo mismo de una ópera de Puccini que de una sinfonía de Beethoven y, como directora, me tengo que preguntar una y otra vez, por ejemp que quiso decir el compositor con este ritardando o con aquel rubato. Estos son ejemplos muy simples pero a la vez muy elocuentes de lo que intento explicar con esta reflexión. De alguna manera se trata de ser un pasaje de comunicación entre eso y la orquesta y el público. Y cada vez que hago cualquier obra, desde una Tosca a una sinfonía de Mahler, es un descubrimiento constate, pura pasión, así de simple. Amo lo que hago, amo la música… la música me hace sentir viva”.
Oriunda de Canadá y de ascendencia ucraniana, Keri-Lynn -con una larga y brillante trayectoria en los mejores teatros del mundo- explica que nunca soñó hacer otra cosa en la vida distinta a dedicarse a la música. “Crecí en una familia muy musical”, apunta. “Mi primer amor fue el piano y luego el violín y la flauta. La dirección orquestal llegó cuando me sentpi limitada ante la posibilidad de solo ser ejecutante instrumental… y quise ‘tocar’ la totalidad de los instrumentos, la orquesta completa. El podio y la batuta fueron la respuesta. También influyó la obvia vastedad del repertorio orquestal en comparación al que pude haber intentado solo como flautista, por ejemplo. Fue querer abrazar a la orquesta y, eventualmente, también a las voces, tanto de solistas como corales”.
Con una pasión similar tanto por el repertorio sinfónico y orquestal como por el operístico, Keri-Lynn dice que se siente inmensamente feliz cuando tiene -por ejemplo la oportunidad de dedicar una semana completa a ensayar una sinfonía de Mahler o Shostakovich, o una ópera como Otelo. “Tengo una gran predilección por aquellas obras de un carácter más apasionado e intenso”, asevera.Obviamente, el grado de compenetración con la orquesta es crucial para mí, sobre todo en ese repertorio”
Con la ilusión de dirigir algún día El anillo del nibelungo y Tristán e Isolda, ambas de Richard Wagner, Keri-Lynn también se siente poderosamente seducida por el repertorio ruso menos conocido, como el integrado por obras poco interpretadas de Rimsky Korsakov, Tchaikovsky y Borodin. “Me fascina la cultura rusa… leo mucho sobre ella”, señala. “Cuando no estoy haciendo música, esa esa otra de mis grandes pasiones. También disfruto mucho bucea, para sentir la belleza del silencio, la playa, el bosque, caminar…”.
Cuando Keri-Lynn intenta imaginar lo que la vida le traerá, comenta que se ve “haciendo más y más de lo mismo” que está haciendo ahora. “¿En qué dirección o dónde? No lo sé, pero si con una batuta en la mano, en un podio, explorando, investigando, buscando, sintiendo, viviendo la música hasta el ultimo de mis días, ampliando mi repertorio”, finaliza. “Me inspira la posibilidad de que mi vida sea siempre una búsqueda”.