Una noche de superlativos memorables
RESEÑA
Tan acostumbrados estamos a las hipérboles y a los adjetivos grandilocuentes, a los superlativos y a los excesos que, cuando realmente es necesario describir experiencias estéticas excepcionales, las palabras usuales suelen parecer gastadas por el abuso y -con ello- cualquier intento narrativo podría quedarse corto.
Este viejo conflicto no fue un problema para quienes tuvieron el privilegio de presenciar el concierto del pasado jueves que marcó el regreso a la Isla del estelar tenor argentino Marcelo Álvarez en un programa gestado por Guillermo L. Martínez para CulturArte de Puerto Rico, como parte de la serie “Grandes Artistas en el Conservatorio”, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) bajo la batuta de la maestra Keri-Lynn Wilson, con las sopranos Sibelle Márquez y Carmenchú Domínguez como artistas invitadas.
Si algo se escuchó a lo largo de esta velada -además del portentoso arte interpretativo de Marcelo Álvarez, las hermosas voces las cantantes invitadas y el ya habitual espléndido sonido de la OSPR- fue un consistente coro de elogios -plenamente justificados- para estos artistas que por dos horas hicieron lo que mejor saben: hacer música, no solo con el vuelo de sus enormes talentos, sino también con el alma de sus inmensas pasiones.
Marcelo Álvarez sin duda se encuentra en el mejor momento de su carrera, con un voz que -a catorce años de u debut en Puerto Rico- escuchamos aun más fresca y natural, con unas tonalidades mejor matizadas entre los agudos brillantes y los tonos medios que lo acercan al registro baritonal.
El tenor cordobés inició con bravura y autoridad con una gran versión del aria ‘Giuletta, son io', de la ópera Giuletta e Romeo, de Riccardo Zandonai, que demostró ser la mar de efectiva para capturar el favor del público que lo premió con la primera gran ovación y que sentó la pauta de lo que habría de seguir hasta la nota final de la noche.
Marcelo demostró sentirse “como pez en el agua” a lo largo de toda la velada, con una entrega absoluta que muy poco tardó en conquistar el corazón del público que colmó la sala, tanto por sus categóricas virtudes vocales como por la manera tan coloquialmente simpática y desenfadada como interactuó, tanto con los espectadores, como con la directora y los miembros de la orquesta.
La estrella navegó a placer por un repertorio que incluyó -además del aria de Zandonai- ‘Non piagere, Liu’, de Turandot -de Puccini-, ‘O souverain, o juge, o pere’, de Le Cid -de Jules Massenet-, ‘E lucevan le stelle’, de Tosca -con la colaboración de Brian Colón en el recitativo-, y ’Donna non vidi mai’, de Manon Lescaut, ambas también de Puccini- y ‘Un di all’azurro spazio’, de Andrea Chénier, de Giordano.
Con presencia escénica y una voz cuyos mejores rasgos son el fraseo diáfano, el tono robusto y la ejemplar modulación, Marcelo nos permitió disfrutar del depurado timbre lírico spinto que ha cincelado con el paso de los años, con una magistral habilidad para manejar el tránsito, desde los pasajes más oscuros a las más conmovedoras alturas.
Como una de las invitadas especiales, Sibelle Márquez nos obsequió una elocuente interpretación de ‘Signore, ascolta’, de Turandot, -de Puccini- aria con enormes desafíos de tesitura y fraseo que supo resolver exitosamente y que -con gran placer- el público recibió y aplaudió.
Por su parte, Carmenchú Domínguez cantó ‘In quelle trine morbide’, de Manon Lescaut, aria que le permitió hacer gala de las virtudes de su enorme voz, a lo largo de todo el espectro de su registro. Aunque confrontó un fugaz tropiezo de entonación hacia el final del aria, se recompuso para recibir una merecida ovación.
Sibelle y Carmenchú unieron sus voces en la sección de las propinas para regalarnos una bellísima versión del ‘Dúo de las flores’, de Lakme, de Delibes.
La batuta de Keri-Lynn Wilson sacó lo mejor de nuestra Orquesta Sinfónica, con un adecuado balance que permitió a los cantantes proyectarse con comodidad. Aunque fue homogénea la calidad entre todas las secciones del contingente orquestal, mención especial merecen las cuerdas y las maderas, y entre ellas, los maestros Omar Velázquez -concertino- Kathleen Jones -primera clarinete- y Luis Miguel Rojas -primer violonchelo- por sus notables pasajes como solistas en el aria de “Tosca” y en el ‘Intermezzo’ de Manon. La orquesta también se lució en la “Danza de las horas”, de La Gioconda, de Ponchielli.
Al finalizar el programa anunciado, los artistas en pleno interpretaron el “Happy Birthday” en honor de la Primera Dama Wilma Pastrana, quien estuvo en el concierto, acompañada por el gobernador Alejandro García Padilla.
En la sección de los ‘encores’, Marcelo selló de manera espectacular su entrega al público con “Granada”, “No puede ser” -de La tabernera del puerto- y “El día que me quieras”, esta última acompañado al piano muy dignamente por Harry Aponte.
Sin duda, fue una noche de superlativos memorables. Sin duda, todos ellos justos.