“Pinceladas nocturnas”, de Ernesto Cordero, ve la luz luego de 28 años
Pronto -el 12 de junio próximo- se cumplirán 28 años del día en el que el maestro Ernesto Cordero finalizó la composición de Pinceladas nocturnas (Homenaje a Vincent Van Gogh), obra que, una vez publicada, al poco tiempo olvidó y que nunca se estrenó en Puerto Rico.
Esa larga omisión finalizará precisamente hoy, como parte de un concierto privado a cargo del maestro guitarrista y compositor español José Luis Martínez Moreno, quien es un gran admirador del repertorio de quien -sin duda- es uno de los compositores puertorriqueños más queridos y emblemáticos.
Conversamos hace unos días en el apartamento de Ernesto, luego de una de las reuniones en la que ambos repasaron esta pieza que fue publicada originalmente en Italia, como parte de una colección de obras para guitarra de autores de diversas partes del mundo.
“Nos conocimos hace dos años y medio, cuando vine a Puerto Rico para visitar a la familia de Vivian, mi novia”, recuerda José Luis. “Salimos a cenar, conversamos mucho y de ahí nació esta amistad. Cuando regresé a España. me llevé el Concierto Antillano de Ernesto y varias piezas más, entre ellas Pinceladas nocturnas. Mi intención era tocar el Concierto Antillano en Madrid, pero la crisis económica que también por allá padece el quehacer cultural no lo ha permitido. He seguido intentándolo y hay buenas posibilidades de que la finalmente se concrete este deseo, con la Orquesta de la Televisión Española”.
Ernesto confiesa que se había olvidado por completo de la existencia de Pinceladas nocturnas y que solo la recordó cuando José Luis se la mencionó entre las piezas que se llevo de Puerto Rico a finales del año 2013. “No la había vuelto a ver… ni siquiera me acordaba de ella”, dice con una sonrisa. “Cuando José Luis me dijo que deseaba que la repasáramos juntos para él tocarla, tuve que mirarla antes un par de veces, para ver de que se trataba. En ella uso un lenguaje impresionista, algo muy poco común en mí, mucho más caracterizado por el sonido caribeño”.
“Creo que mi vida está reflejada en mi obra… hay alegrías y tristezas. La vida no es fácil, ni la mía ni la de muchos, sino un conglomerado de emociones diversas… mi obra no es ajena a lo que ha sido mi vida”.
Ernesto Cordero
“A mí siempre me ha gustado mucho la pintura impresionista -agrega Ernesto-, con una predilección especial por Van Gogh, de quien soy un gran fanático. Recuerdo que en mi casa tenía un cartel con la obra que me inspira esta pieza. Se trata de una pintura en la que Van Gogh está la cafetería que hoy se llama como él y en la que manifiesta que es una maravilla pintar de noche. Obviamente, compuse la obra de noche, pensando un poco en lo tormentoso de la vida de este artista, con un inicio así de intenso seguido por algunas partes líricas como evocación de los momentos felices -no muchos- que tuvo este hombre”.
José Luis coincide con Ernesto en su afecto por Van Gogh, en especial -comenta- con el libro Cartas a Theo, con las misivas que el artista escribió a su hermano. “De hecho, fue Theo el único que le vendió un cuadro mientras Van Gogh estuvo vivo”, señala. “Este libro me marcó… revela a un hombre con una sensibilidad enorme, que nunca tuvo unas condiciones ideales para pintar, sino que todo lo que hizo a base de mucho esfuerzo, de mucho tormento. Cuando me metí en la obra de Ernesto, me dí cuenta de que estaba llena de poesía, como el libro de Van Gogh, y sentí una gran identificación por el vínculo entre ambos. Me pareció como si la obra de Ernesto fuese mía, y eso es algo soñado para un intérprete, tocar una obra como si fuese propia”.
Luego de 28 años de haberla visto por última vez, ahora, en el reencuentro, Ernesto no encontró razón alguna para hacerle correcciones, salvo por una sola nota. “Me percaté de que añadiendo una nota en un sitio determinado iba a ser una aportación”, explica. “A José Luis le pareció bien y fue cambiada. Trabajo mucho en las revisiones, pero en esta caso solo fue una nota”.
Al respecto, José Luis asevera que Pinceladas nocturnas “es una obra tan bien escrita que no hay nada que hacerle”. “El resto de trabajo es del intérprete”. afirma.
A punto de cumplir 70 años, Ernesto comenta que con el tiempo ha dejado de componer con la intensidad habitual, pero que al mirar el camino recorrido se da cuenta de que ha “trabajado bastante”. “He escrito mucho, no solo para guitarra, sino para otros muchos instrumentos. De esta manera se gana cierto respeto, trascendiendo tu propio instrumento, He hecho conciertos para guitarra y guitarra sola, obras para violín, flauta, oboe, voz… en fin. Creo que he hecho bien al seguir ese camino, con una buena aportación al repertorio en todos los órdenes, tanto orquestal como solista”.
El vasto repertorio creado por Ernesto ha sido en buena medida fruto de comisiones, algo en lo que él encuentra “una gran motivación”. “Me reta eso, que me digan ‘quiero esto’ y entonces sumergirme en la aventura de conseguirlo”, acota. “Creo que mi vida está reflejada en mi obra… hay alegrías y tristezas. La vida no es fácil, ni la mía ni la de muchos, sino un conglomerado de emociones diversas… mi obra no es ajena a lo que ha sido mi vida”.
Para José Luis, su trayectoria ha sido sinónimo de “mucho trabajo”. “Los músicos somos de las personas más trabajadoras, pero la gente nos ve como los más vagos”, asevera con una sonrisa. “Si cobráramos por hora seriamos millonarios. Es una vida de mucha soledad, pero también de mucha satisfacción. Con Viviana, puertorriqueña que está haciendo ahora su maestría, me llevo de maravilla, y hemos aprendido a vivir a ratos en una soledad compartida que es una de las maravillas de la convivencia”.