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Rafi Dávila: “Yo no me voy... soy de los que se quedan”


En una época cuando muchos piensan que irse de Puerto Rico puede ser una alternativa viable, el tenor Rafael Dávila asevera que él es de los que se quedan. “Yo no me voy... soy de los que se quedan”, dice con optimismo, con esperanza, con firmeza. “Claro que viajo mucho para cantar, pero siempre regreso y regresaré, porque esta es mi tierra, porque necesitamos estar aquí para echar al país hacia adelante, porque, mientras más se viaja, más evidente es que tenemos una isla estupenda, con problemas, sí, pero con valores que son más grandes que nuestras dificultades”.

La Sala Sinfónica Pablo Casals aún está vacía cuando conversamos hace unos días, antes del primer ensayo con orquesta para el programa de la Gala Zafiro con la que Ópera de Puerto Rico celebró anoche su cuadragésimo quinto aniversario. Como es usual en él, Rafi luce pleno, en paz, feliz, consciente de los momentos que vive -tanto en el plano personal como en el profesional- sin apurar el ritmo ni detenerse, navegando siempre con el mismo instinto afinado del buen marino que hace más de dos décadas lo hizo derivar profesionalmente hacia la música, pese a estar ya inmerso en sus estudios doctorales como optómetra.

“Desde muy niño me fascinaron las ciencias… y también la música”, recuerda. “Mi padre era saxofonista y tocaba con la cantante Sonia López. Yo empecé a estudiar piano a los siete años de edad y comencé a cantar con los coros de la iglesia cuando estaba en escuela superior. Decidí estudiar optometría y ya cantaba en los coros de ópera mientras hacía mi doctorado. La gente me decía ‘haz las dos cosas a la vez’. Pero eso no hubiese sido responsable de mi parte, porque cada una de esas dos actividades demanda demasiado, una dedicación íntegra. La música es matemática y en ese sentido a mí me ayudó mucho lo que aprendí de la ciencia para entender la música y, también, para ser la persona organizada y sistemática que soy hoy en día. Eso ha sido vital a la hora de aprenderme todos los roles que he tenido que aprender”.

Rafi recuerda que -como optómetra- ya estaba haciendo práctica con pacientes cuando tomó la decisión de dejar esa profesión y buscar su sueño como cantante. “Me fascina la optometría, pero honestamente no me veía haciendo lo mismo 10 ó 12 horas al día por el resto de mi vida y tuve que dar el paso hacia la música”, explica. “Pensé que podía vivir siendo un optómetra frustrado, pero no un cantante frustrado. Ya en ese momento estaba casado y Rosa, mi esposa, fue quien me dio el apoyo necesario para ir en pos de mi sueño. Ese apoyo fue vital para mí y desde entonces supe que mi familia sería siempre el centro de mi vida. Entonces entré al Conservatorio de Música de Puerto Rico sin pensar siquiera en ser cantante de ópera, sino en dedicarme a los coros, como cantante o director, o también como profesor. Pero mi maestra de aquellos momentos, la fenecida Susan Young- fue quien me dijo ‘olvídate de los coros, tu puedes ser solista’. Eso fue en 1993 y durante tres años estuve en el Conservatorio, antes de irme a hacer mi maestría a Estados Unidos”.

"Rosa, mi esposa, fue quien me dio el apoyo necesario para ir en pos de mi sueño. Ese apoyo fue vital para mí y desde entonces supe que mi familia sería siempre el centro de mi vida"

Rafi Dávila

 

En 1994 -señala Rafi- grabó un disco con el grupo Padre Antonio Soler -dirigido por Francisco Figueroa-, e hizo sus primeros solos con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, logros que afianzaron su confianza y la certeza de que había tomado la decisión correcta. “El año 1996 fue muy importante para mí porque en enero nació Mónica, nuestra hija, en mayo hice mi debut profesional, con Ópera de Puerto Rico, y en agosto me fui a hacer mi maestría en Austin, Texas”, asevera.

Al mirar en retrospectiva estos veinte años de trayectoria profesional, Rafi señala que, aunque han sido de mucho esfuerzo, nunca los ha sentido como un “trabajo”. “Mi hija está estudiando ingeniería mecánica en la Universidad Politécnica y siempre le digo a ella que, si hace lo que ama, nunca va a ser trabajo”, reflexiona. “A veces estoy durante días aprendiendo un papel y ensayándolo hasta dominarlo para después interpretarlo y nunca siento que es trabajo. Claro que se requiere mucho esfuerzo, estudios, disciplina, pero al final el balance siempre es placer. Miro atrás y veo veinte años y sesenta papeles, un camino en el que he disfrutado cada paso. Cada experiencia es distinta, somos diferentes a cada día y nunca un papel es igual a pesar de que sea el mismo. Se evoluciona como persona, se transforma uno como artista y la manera de abordar cada papel también cambia”.

Al pasar revista en esas cinco docenas de personajes a los que ha prestado su voz, Rafi siente que es a “Mario Cavaradossi” -de Tosca- al que más se parece. “Como él, soy romántico, poeta, con ideales firmes y capaz de hacer lo que sea necesario para defenderlos”, dice. “Asimismo, a los que menos me parezco es a ‘Pinkerton’, de Madama Butteffly, y a ‘Pollione', de Norma. Como personas, son aborrecibles, pero los amo como personajes”.

Rafi -quien en octubre próximo cantará Otelo, junto a la soprano Anaís Mejía, en una producción de Teatro de la Ópera, y regresará con Opera de Puerto Rico en octubre de 2017 para hacer Tosca, a dúo con Yalí-Marie Williams- dice que uno de los momentos cruciales de su carrera fue hace unos años, cuando Guillermo Martínez -de CulturArte de Puerto Rico- lo llevó a Washington para que Plácido Domingo lo escuchara. “Eso fue fundamental en mi carrera porque de ahí salieron dos contratos con la Ópera de Washington, uno para cantar Norma, y luego otro para hacer La Forza del Destino”, reconoce.

“Luego de eso -agrega- hice mi debut en Italia, en el teatro San Carlo, con Pagliacci y Cavalleria Rusticana. Más tarde hice la premier de Bel Canto, de Jimmy López, con la Ópera de Chicago y posteriormente Carmen, en Washington y Minnesota. La volveré a hacer este año en Miami y para fin de año cubriré a Marcelo Álvarez en nueve funciones de Carmen en el MET. Pensé que esta oportunidad ya no iba a llegar pero ha llegado. Estoy muy entusiasmado, vamos a ver qué sucede. Aún me quedan par de papeles que me ilusiona mucho hacer, 'Andrea Chénier' y 'Don Carlo', y ya Plácido Domingo me habló de la posibilidad de trabajar con él en Sansón y Dalila”.

Con su hija convertida ya en estudiante universitaria, Rafi cometa que esto ha permitido que su esposa lo acompañe con frecuencia a cumplir compromisos fuera de la Isla. “Esto ha sido importantísimo en esta etapa de mi carrera”, acota. “Es muy fuerte estar solo lejos de mi hogar. Ya le dije a Rosa que no puedo estar sin ella. La gente piensa en el glamour de la carrera, pero los viajes son muy solitarios. De los ensayos a las funciones y de las funciones al hotel a descansar para hacer lo mismo al día siguiente, siempre solo, pero ahora ella va conmigo a donde sea que me presente y eso me hace inmensamente feliz. Desde el año pasado es así y estamos disfrutando juntos mi carrera”.

“Me siento muy en paz conmigo mismo”, añade. “Soy una persona que, cuando tomo una decisión, es porque la he meditado y siento que es lo mejor para los míos y para mí. Siempre he sido sincero. Lo que ves es lo que soy… creo que soy muy transparente y eso me da una paz enorme. Deseo ver a mi hija realizada y feliz, seguir viviendo la vida como la he vivido hasta ahora. Anhelo disfrutar de mi vejez y de mi país. No puedo pensar en ser parte de un lugar en el que constantemente intentan hacerte sentir que no perteneces… y eso, en mi país, en Puerto Rico, nunca sucederá. Te repito, yo soy de los que se quedan… yo no me voy”.

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