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"La boda de Jacobo y Gustavo", más allá de la comedia


Más allá que estar de acuerdo o no, hay cosas en la vida en las que lo verdaderamente importante es el respeto y el reconocimiento a unos principios fundamentales de igualdad y justicia. Por encima de los credos, por encima de las religiones, por encima de los fanatismos, por encima de las manías, por encima de las fobias, por encima de los complejos. Sin criticar, sin juzgar, sin condenar.

El matrimonio entre personas del mismo sexo pertenece a esta polémica categoría de asuntos ante los cuales todos –sin duda- tenemos una opinión, quizá de aceptación, tal vez de rechazo, en ocasiones de duda o –incluso- de indiferencia, pareceres los tres últimos que de ninguna manera otorgan el privilegio de conspirar contra el primero y -menos aun- contra la libertad de ejercer ese derecho.

Estas reflexiones son parte fundamental de la arquitectura con la que el dramaturgo Juan González Bonilla construye su nueva propuesta teatral titulada La boda de Jacobo y Gustavo que -estrenada el pasado fin de semana-, tendrá sus dos últimas funciones en el área metropolitana –por ahora- este viernes a las 9 p.m. y el sábado a las 8:30 p.m. en la Sala de Drama René Marqués del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré. El sábado 4 de junio se presentará en el Teatro La Perla, de Ponce.

Esta producción de Joseph Amato para Candilejas, tiene un elenco integrado por Eddie Noel y José Eugenio Hernández -como los contrayentes-, con Luisa de los Ríos, Albert Rodríguez, Sara Pastor, Joaquín Jarque, Raymond Gerena, Carlos Miranda, Héctor Escudero, Jorge Armando y el propio González Bonilla, con luces de Jacqueline Rosado y la dirección de Jack Marie Ortiz.

Como proyecto de teatro comercial que es, desde luego que La boda de Jacobo y Gustavo tiene entre sus intenciones primordiales convocar a un público numeroso que genere los ingresos suficientes para cubrir costos, pagar honorarios, dejar algún beneficio adicional y -así- seguir creando los empleos que tanto necesitan nuestros actores y todos los profesionales que viven del teatro. Y qué bueno que así sea.

Para ello, su autor recurre como primera y más obvia promesa a la comedia, género de probada popularidad, sin que falte su dosis de caricatura y el acento siempre efectivo para la risa fácil de varios “¡coños!” y “¡carajos!” que no deben de bastar para distraer la atención de lo verdaderamente medular de esta propuesta, a ratos más dramática que de comedia: el respeto.

"Dentro de mi credo, tengo la certeza de que no soy quién para decir a nadie, por ejemplo a los homosexuales, si están bien o están mal. No soy nadie para juzgar. Me siento sumamente digna trabajando y tratando esta obra y sus personajes con un profundo respeto"

Luisa de los Ríos

 

“En junio de 2015 el Tribunal Supremo de Estados Unidos determinó que era inconstitucional negar el matrimonio a personas del mismo sexo y que todos somos iguales ante la ley, lo que invalidó el Artículo 68 del Código Civil de Puerto Rico, que definía el matrimonio como la unión de un hombre y de una mujer”, explica Juan González. “Tomando como base que el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo es ya una realidad, en esta obra 'Gustavo' aprovecha para proponerle matrimonio a 'Jacobo' con quien ha estado conviviendo como pareja durante los últimos cinco años, haciéndose pasar como ‘roomates’ ante sus familiares. 'Gustavo' tiene treinta y cinco años de edad y es periodoncista, mientras que 'Jacobo' tiene treinta y es enfermero graduado”.

Alineadas en polos opuestos, las parejas de madre y padre de "Jacobo" y "Gustavo" son quienes cargan con el protagonismo de las actitudes que se enfrentan desde esas antípodas, por un lado, desde la que nunca se juzga, desde la que se acepta, desde la que se ama -que es donde los padres de Jacobo están y adonde pronto la madre de Gustavo se muda; y por otro, desde la que se critica, desde la que se juzga, desde la que se condena, con el padre de Gustavo como único gladiador.

“Carlos (Miranda) y yo damos vida a 'Rafael' y 'Matilde', los padres de 'Gustavo'”, dice Luisa de los Ríos. “Somos quienes aceptan la relación de su hijo con 'Jacobo' y su decisión de contraer matrimonio. En lo personal, este papel me plantea unos desafíos enormes que van más allá del escenario e inciden en mi vida personal porque se me ha cuestionado que, siendo cristiana, trabaje en esta obra y haga este papel. Claro que soy cristiana y amo a Dios por encima de todas las cosas... Al mismo tiempo, dentro de mi credo, tengo la certeza de que no soy quién para decir a nadie, por ejemplo a los homosexuales, si están bien o están mal. No soy nadie para juzgar. Me siento sumamente digna trabajando y tratando esta obra y sus personajes con un profundo respeto. Mucha gente esperaría que no estuviese haciendo papeles como éste que, repito, es el de una madre que comprende, ama y respeta a su hijo inmensamente”.

Por su parte, Carlos Miranda -otrora pastor de una iglesia y quien también en su día vivió en carne propia críticas por interpretar papeles que se apartan de lo que para muchos es socialmente tradicional- comenta que en esta obra, como padre de “Gustavo”, experimenta un choque emocional -junto con su esposa “Matilde”- al enterarse de la homosexualidad de su hijo. “Pero la pareja sabe trabajar eso y ambos lo superan, como parte de un trabajo en familia para tener una relación amorosa y saludable”, señala. “A diferencia del padre de 'Jacobo', somos capaces de aprender, y de aceptar, convencidos de que no hay nada más que justificar. Claro que esto no significa que algo no te duela o te sacuda, pero ambos ponen por delante el amor y el respeto por su hijo y sus decisiones. Comprendo que las actitudes de estos padres pueden escandalizar a algunos, pero si queremos que esta sociedad evolucione, estos temas deben ser abordados y, como actores, debemos hacer papeles así, si las obras los requieren”.

Aunque para Joaquín Jarque su papel -un juez de aura hitleriana y padre de 'Jacobo'- es “un asco de persona”, dice que, también le parece “divertidísimo” interpretarlo. “Lo disfruto porque, pienso, los papeles verdaderamente interesantes son los que se alejan de tu propia realidad, los que menos se parecen a uno mismo”, explica. “Este personaje es insensible, casi inhumano, es un ser enfermo de poder, un hombre obtuso y retorcido. Para dar vida a alguien así hay que ser muy creativo con los atributos de tu propia personalidad y con la manera como los pones al servicio del personaje. Siempre he dicho que, como actor, te ganas la vida jugando como un niño”.

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