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"Indignación" se escribe con "h"... de "huevos"


Hay países que han sabido sacudirse la inercia heredada de su historia para comenzar a escribirla con letra propia, más aun cuando la ya escrita ha seguido unos renglones que, de tan torcidos que están, distorsionan el momento que se vive y -peor aun- cubren el futuro con un denso e inescrutable manto de incertidumbre y pesimismo, como es el caso de esta Isla nuestra que navega a la deriva arrastrada, no solamente por un vendaval sobre el que ningún control tenemos, sino también por el lastre de una desesperanza que oscila entre la indiferencia absoluta y un coro disonante y hueco de los trillados -e inútiles- insultos a los gringos, a sus partidarios y a su inminente Junta de Control Fiscal.

Responsables todos en alguna medida de esta situación que es el resultado inexorable de varios lustros de administraciones corruptas, ciudadanos complacientes y el instinto depredador de unos prestamistas que han sabido muy bien dejar que nosotros mismos nos pongamos la soga al cuello, lo cierto es que luchamos también contra el síndrome del colonizado, mal que se manifiesta -entre otras cosas- en la incapacidad crónica para una indignación verdadera y que hasta ahora no ha sido otra cosa que un remedo “light”, con rabietas típicamente “feisbuquianas” -con épicos "hashtags" incluidos-, sin más trascendencia que algunos “likes” y otros comentarios tan pirotécnicos como inofensivos.

Aunque reconozco que ignoro la solución a tanta duda y desasosiego, sí sé lo que casi seguramente ocurrirá si continuamos con este status quo impasible de conciencia, con esa cadena solo de insultos que se queda chiquita si no trasciende de las redes sociales para convertirse en el destilado de una indignación avasallante y verdadera que finalmente -y por primera vez en la historia de esta tierra- derive en uno de esos movimientos que cambiaron para siempre la historia de otras naciones, quizá no para convertirlas en paraísos, pero sí para hacerlas dignas y merecedoras de llamarse cada una “país”.

Lo que ocurrirá si no cambiamos este modelo -estoy seguro- es que legaremos en vida un futuro aun más azaroso para las generaciones que nos siguen, a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros bisnietos, sin la redención de haber intentado al menos lo que -siento- todos debemos hacer para hacer sentir a quienes ven este circo romano -con leones realmente hambrientos- desde la comodidad obscena de sus respectivas burbujas de poder, tanto en Puerto Rico como en Washington D.C.: luchar para que esa indignación de folletín se convierta realmente en una fuerza que enfrente a quienes juegan al ajedrez con los ciudadanos como peones.

¿Cómo? bueno, si lo supiera… Sin embrago, sí es más que obvio cómo no hay que hacerlo, que es lo mismo que repetir lo que hemos hecho hasta ahora. De alguna forma ha llegado el momento impostergable de “echarle huevos” al problema. Así de simple, con la venia de las personas que puedan sentirse ofendidas con expresiones para las que en realidad no hay equivalentes con la misma fuerza y elocuencia. Así de simple, sin la menor connotación machista, que muchas mujeres hay -muy femeninas y no- que saben “echarle huevos” a la vida, a las adversidades, a la injusticia, al machismo.

Se trata de encarar la situación de manera frontal, con valor, de manera asertiva -con huevos-, haciendo cada cual mejor lo que mejor sabe hacer desde sus respectivas trincheras, sea el comercio, el servicio, las artes, la educación, la cultura, la administración, la salud, las comunicaciones, las ciencias, la manufactura, la agricultura, cualquier oficio digno, en fin… Quizá no sea mucho, tal vez al final las cosas no cambien de manera radical, pero será un comienzo, será algo distinto a lo que hasta ahora hemos hecho, que ha sido solo creer que “Puerto Rico lo hace mejor. Es hora de realmente hacerlo.

Perdonen lo poco, pero esto es lo que por ahora se me ocurre, un “echarle huevos” categórico, tanto individualmente como en forma concertada, desde la sociedad civil, sin contar con los políticos, -ni con los que hay ni con los que por ahí vienen- que demasiado bien sabemos que a muchos de ellos y ellas -además de honestidad, dignidad, gallardía y vocación de servicio público-, también valentía es lo que les falta.

En fin, que Don Quijote entendería que de lo que se trata es de escribir también “indignación” con “h”, sí, con “h” de “huevos”, así de simple.

(Esta columna fue publicada originalmente en la versión digital de El Nuevo Día el 26 de mayo de 2016)


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