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Un tizón de esperanza la Orquesta Nuevo Proyecto Sinfónico


Sigo pensando que este es el país que en verdad tenemos.

Lo hago sentado en la misma butaca en la que hace justamente un año pensé eso. Al igual que entonces, lo hago mientras escucho uno de los ensayos de la Orquesta Nuevo Proyecto Sinfónico (ONPS) y -al igual que entonces- por unos instantes vislumbro un tizón de esperanza entre las cenizas del pesimismo que bate sus alas sobre esta isla tan incierta.

Al igual que ha sucedido desde hace más de una década, estos jóvenes -como lo hicieron sus antecesores y como seguramente lo harán quienes les sigan, como estudiantes del Conservatorio de Música de Puerto Rico- se reúnen para dar aliento a esta orquesta que adquiere vida cuando parecería utópico que sucediera: las clases han finalizado y cualquiera pensaría que lo último que ellos desearían sería dedicar dos semanas de su periodo vacacional a tocar y a ensayar y a aprender un nuevo repertorio… pero lo hacen, sin otra razón que su amor por la música y el deseo de experimentar el rigor y la adrenalina con los que los miembros de una orquesta sinfónica -como la de Puerto Rico, por ejemplo- se preparan durante la semana previa a un concierto.

En esta ocasión -y por primera vez en la historia de esta orquesta- el proyecto se prolongará durante dos semanas, con dos conciertos, uno este lunes 13 de junio y otro dentro de una semana, el lunes 20, ambos a las 7 p.m., ambos bajo la dirección del maestro Rafael Enrique Irizarry, ambos gratuitos, ambos en la Sala Sanromá del Teatro Bertita y Guillermo L. Martínez del CMPR.

El programa del concierto de mañana está integrado por Un americano en París, de George Gershwin; y la sexta de las sinfonías de P. I. Tchaikovsky, escrita en la tonalidad de si menor y conocida como Patética. El repertorio del programa del día 20 constará del tercero de los conciertos para piano de L.V. Beethoven -con Amanda Zook como solista- y la cuarta de las sinfonías de Gustav Mahler, con la soprano Sara García Castillo en los solos.

"Trabajar tanto y hacerlo para un solo concierto, como que no funciona... Este año le propuse al maestro Irizarry que fuesen dos programas y él aceptó… se trata de salir con más energía que nos ayude a pasar el verano a pesar de que no tenemos un compromiso real de tocar"

Darwin Cosme Sánchez, miembro de la ONPS

 

A esta orquesta -con un elenco aproximado de 75 estudiantes y que nació por iniciativa de los profesores José Alicea y Fernando Medina y el estudiante José Cruz- se autoconvocan los estudiantes o se les invita -lo que suceda primero-, siempre con la coordinación de uno de ellos, responsabilidad que -desde la edición del 2014- está a cargo de Darwin Cosme Sánchez, estudiante de flauta y quien ya está pensando en lo que se programará para el 2017. “En el 2013 participé por primera vez y un año después empecé a hacerme cargo del proyecto”, dice, poco antes del ensayo del pasado viernes. “No es nada fácil organizar esto… el maestro Irizarry siempre ha estado comprometido con nosotros para enseñarnos el nuevo repertorio y dirigirnos, solo con la condición de que sea uno de nosotros quien lo organice. Todos los que participamos siempre estamos pendientes de que no muera la iniciativa y que cada verano se repita. Me encanta organizar esto… el repertorio lo escogemos entre el maestro y yo”.

Darwin comenta que esta es la primera ocasión en que se hacen dos conciertos -hasta el año pasado siempre fue uno solo- porque asegura que “uno no es suficiente.. siempre nos quedamos con deseos de más”. “Trabajar tanto y hacerlo para un solo concierto, como que no funciona”, asevera con una sonrisa. “Este año le propuse al maestro Irizarry que fuesen dos programas y él aceptó… se trata de salir con más energía que nos ayude a pasar el verano a pesar de que no tenemos un compromiso real de tocar. Estamos haciendo música muy importante y difícil, que nunca hemos hecho”.

Respecto a su compromiso con estos jóvenes -muchos de ellos sus estudiantes en el CMPR- el maestro Irizarry rechaza con modestia cualquier crédito y reitera que esta iniciativa “nace de los propios estudiantes del Conservatorio” y que es admirable que suceda “cuando se supone que los muchachos salgan en estampida de los salones una vez terminan las clases”. “Ellos me honran con traerme a esta agrupación”, asevera. “Me presentaron el proyecto, los animé a seguir adelante y desde entonces todos los años los estudiantes se reúnen sin que nadie los obligue, de una manera muy espontánea, orgánica y apasionada, y terminan invitándome a dirigir, lo que plantea un honor y un placer muy especiales. Asimismo, esta orquesta da al traste con la noción de que nuestros estudiantes salen despavoridos por el portón cuando llega el último día de clases. Aquí no se devenga ningún salario, es solo por el placer de hacer música y eso habla de una manera la mar de elocuente de cómo son nuestros jóvenes. Claro que para mí es muy especial trabajar como director asociado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, pero colaborar con estos jóvenes también tiene una dimensión para mí muy trascendental como experiencia de crecimiento”.

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